Las personas afectadas psicológicamente después de un accidente deben saber que tienen derecho a recibir terapia psicológica y a reclamar no solo los gastos de la terapia sino una indemnización por daños y perjuicios en caso de lesiones temporales o secuelas.
Este tipo de sucesos pueden desencadenar en secuelas físicas (en las víctimas del accidente) o en secuelas psíquicas (tanto en las propias víctimas como para los testigos y familiares de la víctima). Las secuelas psicológicas pueden ser muy variadas ya que dependen de muchos factores.
La valoración pericial de secuelas psíquicas
El baremo de indemnizaciones recoge además las siguientes secuelas psicológicas:
Trastornos neuróticos: como el trastorno de estrés postraumático, trastornos de ansiedad, fobia específica (fobia a conducir), trastorno de angústia, trastorno de adaptación…
Trastornos permanentes del humor: como el trastorno depresivo o el trastorno distímico.
Agravaciones de trastornos psicológicos previos.
Para la valoración de este tipo de secuelas es importante determinar cuándo un trastorno mental ha llegado a su cronicidad, y, por tanto, se convierte en secuela permanente. Los tribunales entienden que se trata de una secuela permanente por el plazo de un año.
Tras un accidente de tráfico, muchas son las personas que además de los daños físicos propios del accidente, sufren secuelas psicológicas.
En la actualidad se solicita la intervención del psicólogo forense. Este profesional evaluará el daño que se ha producido a nivel psicológico. Para esta valoración, el psicólogo forense evaluará la alteración en su estabilidad emocional. Asimismo, el normal funcionamiento social, laboral y familiar del lesionado como consecuencia del accidente sufrido.
Estas secuelas son tenidas en cuenta debido a que pueden alterar la vida de las víctimas de un accidente de tráfico. Cada una de las secuelas sufridas a raíz de un accidente de tráfico son cuantificables y susceptibles de indemnizar.
Los perjuicios psicológicos que produce un accidente de tráfico
Los perjuicios que produce un siniestro van mucho más allá, y son esos otros “daños que no se ven” los que cuesta mucho superar a los perjudicados, y algunos no los superan nunca. Hablamos en estos casos de los daños psicológicos.
Este tipo de perjuicios, que deben ser también indemnizados, son, sin embargo, en la mayoría de las ocasiones, difíciles de demostrar, lo que deja a los perjudicados en una situación de desamparo porque al final, son una consecuencia más del siniestro y, como es natural, les afectará en mayor o menor medida en el día a día de su vida habitual, durante un tiempo más o menos largo según el caso.
El daño psicológico después del accidente de tráfico
Se trata de aquellas lesiones como el estrés postraumático, trastornos depresivos reactivos, síndromes post-conmocionales, trastornos depresivo-reactivos, síndromes post-conmocionales, trastornos de la personalidad y otras alteraciones mentales.
Muchas veces, se obvian este tipo de secuelas, para evitar pagar por ellas. Por esta razón, es muy importante estar bien informado, ya que estos daños son realmente relevantes en el día a día del afectado.
Y es que las secuelas psicológicas pueden, incluso, ser más graves y duraderas. De hecho, se estima que la mitad de los afectados por accidentes en carretera, se ven obligados a recibir tratamiento psicológico.
El estrés postraumático derivado por el accidente
El efecto mayoritario que tiene sobre una persona un accidente de tráfico, es el denominado trastorno de estrés postraumático.
Los síntomas del trastorno de estrés postraumático, en su mayoría son recuerdos intrusivos, evitación, cambios en el pensamiento y en los estados de ánimo, y cambios en las reacciones físicas y emocionales. Los síntomas pueden variar con el paso del tiempo o según la persona.
Los recuerdos llegan a ser constantes, incluso reviviendo el suceso durante el sueño. La victima intenta evitar cualquier cosa, lugar o persona que le recuerde al hecho traumático, influyendo en su comportamiento notablemente.
Debido a la gravedad de los síntomas es, completamente, necesario que se valore el daño que presenta la víctima, realizando una pericial que justifique, íntegramente, el daño causado y descarte la simulación, es decir el posible engaño que puedan considerar cualquier persona.
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